247. Un grito de amor
Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Nisiquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas mis emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte. Absorto, permanecí un rato en el futón hasta que se acercó mi madre y me dijo: Es hora de levantarse
Koychi Katayama
Un grito de amor desde el centro del mundo
Un grito de amor desde el centro del mundo
Publicar un comentario