61. Empire Land

Soluciones a la mano. Encantamientos. Una casa de la que no se puede salir ni entrar. Fragmentos de sueño. Un par de Carlsbergs en Primer Piso. La chica del cabello azul. Blue Velvet. Los planes para que el piso sea de nuevo piso. La solución al alcance de la mano pero sin dinero. Empire Land. Juego de muñecas rusas que se abren para luego reacomodarse y metamorfearse en Sheaker, agitar y salir: las muñecas rusas ahora son un grupo de bailarinas que se mueven mientras truenan sus dedos al ritmo de la música. Horizonte onírico. Lunes por la tarde, al lado, trás el lente de una cámara: Rita. Entrar a la casa blanca de patio alargado de habitaciones kitsch. Salir. Nueva puerta y casa oscura. Tufo de alcohol. La sombra nos recibe, la señora en minishorts y top que no oculta su prominente estómago. Escalera y pasillo oscuros. Su voz de cuento de hadas preguntando si se nos ofrece una habitación. Una improvisada cortina desgastada por la mugre. El tiempo. El susto de las imágenes en la pantalla. Desazón de buscar lugar para el taller. Remolino. Existe la mala suerte. La magia. Por la mañana del día siguiente y a la vez el anterior, la visita de Elba. Cada uno de nuestros actos, de nuestras decisiones tiene un precio. Caer en cuenta que la realidad no existe. Esto es un limbo pictórico y no queda de otra salvo avanzar ¿mecánicamente? Ahí están las termópilas y con Cortázar Esperemos y peleemos.