lunes, 12 de febrero de 2007

17. Caminata matinal

A veces pareciera que me quedo atrapado en el pasado. La mayor parte de las veces me da por recordar esos momentos felices en los que el tiempo se acorta y parecieran no durar nada. Volver en busca del espejismo de la felicidad. Domingo por la tarde: compartir horas junto a la persona con la que uno quisiera compartir su tiempo. Estar ahí. A su lado. En su soledad. En su concentración. Compartir risas y momentos. Imaginar que podría ser permanente. Y sin embargo. Y sin embargo. Hoy ya es otro día: despertar tras apenas tres horas de sueño porque al señorito le llegaron las energías a media noche y se puso a reacomodar por enésima vez los muebles de su casa. La habitación casi un cubo blanco con el cuadro de Maldonado, la cama y los libreros. El viejo intento de baúl de nuevo como mesa de centro de la sala. Desalojar el mueble de la computadora recién vendido. Preguntarse una vez más de dónde sale tanto papel y dónde ponerlo. Pensar y pensar en una frase que tambalea recuerdos y comprobar que una vez más el acelerador a fondo da problemas a la hora de frenar. Recordar la noche tan clara y estrellada de ayer. La calle a oscuras y voltear hacia arriba mientras se camina contento a mitad de la calle. "El Rey del Mundo" (Di Caprio dixit en cierto papel de cierta película). Que estas cosas son la sal de la vida. Ahh menos sal y más calma. Salir de casa con todo lo anterior a cuestas para ser testigos de la salida del sol por las calles de la ciudad. Cada vez más peatón y menos auto. Sus ventajas. Y la música en el Ipod. Y el tiempo justo y preciso a pesar del aparente retraso. Cada día el primer día de nuestra nueva vida. Y aunque no lo lees, aquí lo escribo: Te quiero.

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