viernes, 6 de junio de 2008

86. Intentos (de un cuaderno de notas)

12.
Me gusta caminar las noches de verano
y escuchar romper las olas en un ficticio malecón.

Cerrar los ojos, contemplar la ciudad velada
por la niebla del alcohol, llegar
al epicentro del sismo que una muchacha con botas negras
provoca en la mirada

o fue el reflejo de aquella griega de belleza legendaria
o la luna que emergía de un puñado de nubes
anunciando sal marina en el ambiente y la calidez
de una sofocante canícula que altera la percepción
de los sentidos

Ella espejismo, bala perdida, fugaz noche,
apenas un brillo de sus ojos y apenas aprender a pronunciar
su nombre que era el de mil islas de un archipiélago
olvidado por los más viejos navegantes

En Argos, en Aúlide,
se reunión el consejo de caudillos de donde provino la visión
y su leyenda. A punto de partir, reunidos en fiesta
donde corría el mosto, la música en ciérnes y el regocijo
erozionado: la joven profetiza, el oráculo de Eulisis, dictó
las oscuras palabras:

Ática
será la tierra prometida para sembrar las cenizas
que el brillo inteligente de sus ojos
depósito en mi silencio

13.
Espacio fragmentado. Habitación por momentos ininteligible donde la serenidad llega a su lecho de muerte. Aqui comienza cada día y aqui viene a fenecer. Aquí el niño milenario y el adulto avejentado un poco más ante la gracia los días. Un cuerpo reposa: tras los ojos, el pliegue del tiempo y la obsesión por un tatuaje: avenida nocturna, luces iridiscentes de un tráfico lunar. Golpe absoluto de la ausencia en medio del océano, canícula interminable, silencio de una lluvia que no cae porque no ha sido pronunciada. Deseo de un mar lejano donde naveguen estos labios, para avistar el tatuaje submarino, fósil, y por un instante descender al umbral por el que escapa el aliento.

14.
Soñar con lavadoras. Y darle un trago al Champagne o al whisky. Esperar mientras un ojo indiscreto permite el paso de la vista por la cerradura. No preguntarse. Permitir ser guiados por la esencia y la intimidad de una lámpara adyacente. Él soñaba con un pic nic en las montañas. Ella con fugarse a otra historia y replantear en cada cuento la existencia, su matemática. Él sonreía con el cuerpo, naúfrago de la noche e interpretaba en su imaginación las palabras no nombradas. Ella pensaba y se extraía de sí misma. La lámpara adyacente y lo que revela de la figura. Hágase la luz. Y vio que era bueno. La ceguera no fija. El testigo semiocular. Temblores de certeza o deseo. Él seguía soñando con el día del cuerpo mientras el embriago del verano comenzaba. El sofoco del calor. Y la humedad, sobre todo la humedad. La piel y su pegajosa textura. Ella cambiaba de vida en cada nuevo personaje: él cruzaba la avenida y se fugaba en un punto distante. El ojo digital daba fe de la historia. Al final se retira en un fade out indecoroso.

*

16.
Y me pregunto: alguna vez esos sueños visuales, esas ganas de permanencia, adquirieron sentido para ser reales. Parecieron casuales los encuentros, pero habrá que ser precisos, hay una ingeniería, los hilos conductores, el sí o el no, el párpado. Alguien se pierde, extravía la vista en el contorno de tu sombra, de la oscuridad a la luz, y mientras ella voltea y saluda, él que sabía sonríe y la fuerza telúrica lo lleva a posar el velo en esos labios, un instante, para retornar a la mirada y sentir ese mecanismo que gira y pedalea mientras el sol distante e indiferente continua su aterrizaje hacia la oscuridad. La relojería, el valor de alzar la mano en despedida y cerrar el capítulo de cualquier asunto que se desconoce, sin testigos y el milagro de esos labios sin palabras o ese momento blanco, pleno, antes de emitir mensaje alguno.

*

18.
Vi el color secreto que ocultabas cuando tomé tu mano y te ví sonreír. Percibí en tu aroma el temblor de labios húmedos, ojos húmedos y supe que el púrpura, la sangre, esperaba en ti brotar y liberarse. Carga de profundidad, una mano firme y las armas los pinceles. Gótico olvido y transición remota. Ajetreo diario. Ausencia vital en el lapso de un semáforo. Y mientras hurgamos el nuevo peso, tus manos rozan la delicia prometida. El fruto jugoso de temporada y los dados vacilando en el blanco: la flor: labios.



1 Comentário:

Anónimo dijo...

...y el 15 y el 17?. Ja!. Beso mañanero Marts.

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