jueves, 22 de mayo de 2008

85. Pausa

Suenan los Babasónicos en el reproductor mp3. Momento de calma después de semanas de trabajo total en la editorial. Estrenamos acomodo en la oficina, aunque en mi caso, básicamente sigo donde mismo. Puedo entonces hacer una pausa que intenta ser de reflexión. O de queja. Primero por los conciertos que se vienen y esta necesidad de estar de ermitaño por falta de dinero y de alguna manera también por convencimiento. Creo que salir y enfiestarse es bueno para el alma pero, también pienso que es un momento de encierro y de clavarse en los proyectos particulares y de freelanceo. Pareciera que uno anda filosofando pero lo cierto es que ya es hora de concluir algunos proyectos, que hay bastantes comenzados y que quedaron en algún lugar del limbo en cualquier momento del tiempo. Libros de poemas y cuentos. Novelas. Proyectos musicales. Páginas web. Catálogos. Aprovechar para verse en el espejo y aceptar lo inevitable. El espacio de al lado medio lleno pero vacío. Retroceder por diversas circunstancias a situaciones anteriores y redescubrir los primigenicos miedos. El oráculo habla. Destino a la manera arcaica y griega. Inevitable. Y siguen los Babasónicos fluyendo de las bocinas. Curiosamente la música la he puesto un tanto en stop por estos días. No hay una razón exacta. Leí en el blog de BEF acerca de la música que escuchabamos años atrás, o bien que música escuchamos al momento de trabajar. BEF comentaba que últimamente trabajaba en silencio. Creo que de pronto le he tomado gusto a hacer lo mismo. Vivimos en un mundo infestado de sonidos. La peste auditiva. Saturados de música bajamos disco tras disco que con problemas le daremos una escuchada. La gente andamos en su propia burbuja musical, lejos del mundo y cada vez más individuos solitarios. Soledosos. Redescubro que el silencio también permite ordenar las ideas y sobre todo lograr que uno se escuche a sí mismo. Vagamente recuerdo un libro de Héctor. A. Murena en el que hablaba justamente del silencio. Del silencio poético. La importancia de ese espacio "blanco" entre palabras, entre frases. Y si hablamos de escribir poesía, de casualidad descubrí un texto de una chica, que firma como Karina Sacerdote, que me pareció muy cercano a mi manera de ver este asunto de la escritura: Ser o no ser poeta. Quisiera viajar. Desprenderme de todo. Meter los pies en el mar templado de una apacible playa del pacífico. Conducir un auto por autopista... Por lo pronto no hay de otra que hacer esos viajes desde el escritorio. Y seguimos a la espera de un milagro floral, mientras la flor se escuda en indecisiones para no brotar. Son tiempos de harta paciencia, y por desgracia, no es lo que mejor se me da.

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