miércoles, 29 de agosto de 2007

51. Que le corten la cabeza...

Nombrar, nombrar, el nombrar es siempre poético
Hugo Hiriart

1. La reina y el cerebro reptiliano

Hubo un tiempo, no hace tanto en realidad, en que me convertí en un buscador de tesoros. Entiéndase en este caso tesoro, como ediciones de Alicia... Buscaba los más extraños libros que pudiera: desde los de escasos centímetros hasta enormes y gordos volúmenes con hermosas ilustraciones, sin que importara la lengua en que estuvieran escritos, (evidentemente preferible en español). Curiosamente no me quedé con ninguno. Todos los regalé. Así que siempre que citó a este personaje tan sui generis de la literatura lo hago de memoria. De una memoria que cada día está peor. Para el caso recuerdo el pasaje de la famosa reina histérica. Y me pregunto por qué ese afán de cortar la cabeza al interlocutor que fuera ante la menor discrepancia o desobediencia. Me parece que en el fondo lo que la reina tenía era miedo. No a que su esposo la sustituyera, o a que la asesinara algún enemigo político (temor donde los haya de cualquier manera comprensible). Pienso que lo que la ponía en ese estado era el miedo a lo que no conocía. A lo no nombrado. Existe una capa primaria en nuestro cerebro llamada cerebro reptiliano, dicen los que saben, que es una reminiscencia de cuando éramos más animales que hoy en día, es decir, sólo un costal de instintos y reflejos sin razonamiento. El cerebro reptiliano actúa pues de manera instintiva, primaria, básica. Es lo que saca nuestra actitud violenta ante el presagio de un posible mal. Esta parte del cerebro no razona, reacciona. De alguna manera nos acerca al mejor amigo del hombre: si uno se acerca al territorio de un can y es un desconocido, seguramente gruñirá (en el mejor de los casos) o se lanzará contra ese desconocido mostrando su hocico babeante y los afilados dientes. Justo aquí es donde se debe hacer la diferencia. Dejar atrás la parte reptiliana y escuchar al de enfrente. Nosotros, a fin de cuentas tan pavlovianos, no somos perros, pese a la obstinación de algunos seres despreciables (la historia da cuenta de muchos de ellos, también los periódicos). Detener el grito de la reina y dejar que el cerebro haga su trabajo debería ser la manera normal de actuar. La amenaza, la violencia, la perorata, son mecanismos de defensa que sólo reflejan temor. El temor a lo que ignoramos, pero que si somos inteligentes, enfrentamos de la mejor manera posible: el diálogo. Dos en Logos. Dos que se nombran y se reconocen y al reconocerse son homo sapiens. No le tememos a lo que ya conocemos. La mesa está servida. Adelante. El banquete espera.

Dos posteos de un par de amigos, la verdad bastante adecuados al tema:

http://monorama.ciudaddeblogs.com/2007/08/27/los-extras/

http://aguinaga.blogspot.com/2007/09/declogo-intelectual.html

y además
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2 Comentários:

Margarita Barajas Zendejas dijo...

Me recordaste a mi Alice in Wonderland... Marts-cito.

VilCapote dijo...

Para qué cortar la cabeza? sin con algunas pocas punzadas de alfiler se tiene una mejor espuesta

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